domingo, 11 de marzo de 2012

¿Ser indígena o ser ‘qullana jaqi’? Ser o no indígena, ésa es la cuestión


La Razón / Simón Yampara Huarachi
Lo común es que a la gente de los pueblos nativos de la costa, los andes, la amazonía, tawantinsuyana y del Abya-yala se denomina bajo el “bautizo” colonial de “indígena”, con matices y variantes “q’ara-indio”, “citadino-campesino”, “grupos, pueblos, étnicos” hasta llegar a la relación de “nosotros” y los “otros”. El convenio 169 de la OIT (Ley 1257), la Declaración  de los Derechos Indígenas de las Naciones Unidas (Ley 3760), en los hechos, resultan documentos líricos sin mayor coercitividad pragmática.
Hoy, las denominaciones “indígena originario campesino” están constitucionalizadas. Los estudiosos y tratadistas de estos temas (Albó, J.; Rivera, S.; García Linera, A.; Patzi, F.), sin mayor reflexión, también cultivan y fomentan esas ideas pretendiendo teorizar y explicar la realidad de esos pueblos bajo esos conceptos y parámetros… Así, sucesivamente, es interesante observar cómo estos denominativos fluyen en el imaginario de la sociedad, las políticas estatales, municipales y, sobre todo, educativo-culturales. A la diferenciación de “nosotros” y los “otros”, lejos de profundizar y visualizar adecuadamente, se acuña la idea de la hibridación del concepto de mestizaje, pues, “todos somos producto de mezclas”, por tanto, mestizos que debemos luchar orientados por los principios de la Revolución Francesa: “igualdad, fraternidad y libertad”. Se habla de políticas educativas intra e interculturales como relaciones de la pluralidad cultural, pero se resiste a visualizar y leer la diferenciación de sistema de valores civilizatorios entre lo andino y lo occidental.
El “indigenismo”, además de ser un concepto colonial, es una práctica filantrópica de los no “indios”, no qullanas; el indianismo es asumido por los “indios” como rebote y reacción contestataria a la acción de los colonizadores, “indios nos llamaron y con esta palabra nos vamos a liberar”; lo “originario”, si bien tiene que ver con el origen, es otra categoría colonial de la tributación toledana. “Campesino” es un concepto y herencia de la revolución del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) de 1952.
Por tanto, todos son impuestos, unos desde la colonia, otros en la república y la revolución del 52. Lejos de aportar a la lucha de reafirmación, reivindicación del ser cosmogónico convivial, el ejercicio del derecho de los pueblos de la civilización andina de Tiwanaku, la descolonización, encubre y distrae para perpetuar el “poder y saber colonial” remozado de modernismo, tecnicismo y cientificismo.
El ser qullana jaqi o qullana runa tiene otra connotación más dignificante que “indio” e “indígena”, pues, tiene que ver con la salud cosmovisionaria integral de los pueblos andinos. Qullana es el espacio territorial atravesado por un doble siqi (s)/líneas ejes: una de mayor carga de energía espiritual y otra por la variedad interecológica como eje de la producción, la materialidad de ese espacio, donde se produce la mayor cantidad de hierbas medicinales (farmacopea natural andina), laboratorio de los kallawayas, habitado por pueblos dignos, estructurado por el quqi (género de especies de la naturaleza) interactivo entre uqu-suyu (masculinidad) y uma-suyu (feminidad) del territorio, articulado por el taypi (centro) que precisamente es el siqi/eje de mayor carga de energía espiritual.
Jaqi no es una simple designación de personas, sino: ja = hálito espiritual,  qi = cantidad de concurrentes. La dignidad de ser jaqi qullana se logra en el acto ceremonial de la jaqicha (matrimonio). Una es ver desde la gente como jaqi qullana (hombres con salud integral) y otro desde el espacio andino como qullana jaqi (pueblos dignos con salud integral), cosmoconvivencial, parte del ecosistema cosmobiótico andino: la sinopsis de la totalidad y la diversidad. Es decir, gentes/pueblos que saben procesar convivialmente las energías materiales-espirituales con usufructo privado-comunitario, consagrativa y recíprocamente en y para la vida.
Entendemos que todo el proceso de la continuidad colonial, ayer como hoy, está en la tarea de encubrir la estructura organizativa propia, el ejercicio de sus derechos, la dignidad de la lucha de los pueblos nativos, sus sistemas de valores y paradigmas de vida, imponiendo lo exógeno como parte del descubrimiento, más moderno y civilizado. Aquí es reflexivo tomar las ideas de Melia/Temple: “el descubrimiento, en un buen sentido de la palabra, quiere decir encubrimiento”.
Esto nos lleva a la otra idea de Temple de entender la invasión colonial como el quid pro quo histórico, error de la incomprensión histórica de asociar que estamos frente a “dos sistemas de valores civilizatorios en los Andes”, uno milenario encubierto y otro centenario privilegiado y vigente, más allá del simple discurso de la “revolución democrática y cultural”, del mero multi e interculturalismo que se acuña de un tiempo como políticas estatales y municipales, demanda clarificarlo.
Desde los estados “nacionales” coloniales,  la convivialidad del ser qullana jaqi aún no se estudia ni entiende, va mas allá del antropocentrismo, de la mera preocupación del mundo de la gente, pues, no es una pieza suelta. Es parte de la red de las diversas energías del quqi, organizados por los siqis/ejes de la chakana, donde interaccionan los diversos espacios-mundos: de las deidades, del animal, de la tierra, del vegetal y entre ellos, de la gente. Las ceremonias rituales en los andes cumplen la función de cultivar el ayni (reciprocidad) realizadas a lo largo de las diversas estaciones y el ritmo del calendario agropecuario y social. Aquí, el paradigma de vida del suma qamaña es saber procesar interactivamente las energías materiales-espirituales en función del usufructo privado-comunitario por un lado; por otro, saber vivir y convivir cultivando-cosechando las energías de los diversos mundos de la naturaleza. Es encontrar y cultivar el taypi (centro) haciendo t’inkhu (encuentro) entre el pasado-futuro, tradición-modernidad, sistema andino-capitalismo. Tomar sólo uno de los elementos: lo económico no conduce al suma qamaña andino; es diametralmente distinto al “desarrollo y progreso”.  
Entender la profundidad de este ser cosmo-convivial y su paradigma nos lleva a una serie de interrogantes que buscan respuestas urgentes, ¿cómo dignificar o re-colonizar  el ser indígena o el ser qullana jaqi para los aymara?, ¿cómo se descoloniza o re-coloniza, desnaturaliza y estigmatiza la afirmación y re-dignificación de la retoma del sistema de valores y paradigmas de vida propias?, ¿cuánto se aporta, para el avance de la liberación del encubrimiento histórico con la identidad del indigenismo y la constitucionalización de lo indígena, originario y campesino?   

Fotografía: katari.org