A los compañeros y compañeras, A los trabajadores del campo y la ciudad,
A los mineros, a los estudiantes, A los trabajadores de la cultura, A nuestros hermanos y hermanas indígenas, A todos los Pueblos de Chile
EL Ciudadano / 8 de septiembre de 2007
Nosotros, pescadores artesanales, hombres y mujeres de mar, que forjamos nuestra identidad y cultura en el extenso borde costero de Chile, queremos que estas palabras sean un puente que nos lleve hacia ustedes para encontrarnos en nuestros más profundos anhelos de dignidad y justicia para todos y todas.
Desde el nacimiento de nuestra civilización, hemos enfrentado los rigores de la naturaleza. Fuimos Yamanás en el Estrecho de Magallanes, Alacalufes en el Golfo de Penas, Chonos en las meridionales islas del Archipiélago de Chiloé, Changos y Chinchorros en la zona norte. Junto a nuestras mujeres, diestras buceadoras, recolectoras de mariscos y algas encontramos en el mar el sustento para nuestras vidas, cuando los peces no tenían precio ni dueños.
Más tarde establecimos nuestros hogares en tierra firme y les llamamos Caletas, en ellas construimos comunidad, idiosincrasia y cultura. Descendimos desde escarpados cerros e incipientes poblados y más allá de los adoquines y avenidas, construidos por los primeros habitantes aristocráticos de este país, nos fusionamos con todos aquellos que hallaron cerca del mar una forma de vida. Así nos fuimos constituyendo de generación en generación como pescadores artesanales, desarrollando un ímpetu particular que nos ha permitido sobrevivir hasta nuestros días.
De este modo, no hemos permanecido ajenos a los acontecimientos que han caracterizado la historia del país, enarbolando nuestras banderas de lucha, a comienzos de los años 70, en conjunto con todos aquellos que orientaron sus anhelos hacia la conquista de una vida digna para nuestro pueblo. De norte a sur, instauramos las Sociedades de Terminales Pesqueros, bajo el amparo de un gobierno popular que incentivaba el comercio justo y el aumento del consumo de pescado para todas las familias del país, favoreciendo de este modo la seguridad alimentaria. Las redes de distribución nos acercaron a una población agradecida, mientras a nuestro sector se le reconocían sus derechos a pescar.
Demasiada osadía de un pueblo que nos aglutinaba junto a campesinos, mineros y obreros. Entonces, entre voces de mando de esbirros y coroneles llegó la represión a destruir los logros alcanzados. Intervenidas militarmente nuestras organizaciones y detenidos nuestros dirigentes sindicales pasamos a formar parte de un sector de la sociedad que, con el paso del tiempo, se ha convertido en la piedra en el zapato del gran capital y la clase política del país.
Resistimos entonces, seguimos resistiendo ahora en que nuevos actores han surgido para ejecutar su rol en un escenario lleno de contradicciones, y con ellos la codicia sobre nuestros recursos pesqueros. Privilegiando Intereses económicos, por sobre el desarrollo y sustentabilidad de nuestras comunidades, se privatizan nuestros peces a beneficio de enormes e invasoras flotas industriales que con artes de pesca devastadores han generado el agotamiento paulatino de los recursos del mar, mientras a nosotros se nos quita el legítimo derecho para ejercer libremente nuestro oficio, dictando leyes que privilegian los intereses del sector pesquero industrial.
La aprobación de la Ley Corta, de Ricardo Lagos, promulgada en el 2002 que prometía en el discurso la sustentabilidad de los recursos, fue rebautizada por nosotros como la ley "maldita", porque en la práctica ha permitido el saqueo de nuestro mar, otorgando un botín de apetecidas cuotas pesqueras individuales a la flota industrial, favoreciendo la propiedad privada, y el incentivo de prácticas pesqueras perversas como la pesca de arrastre, el descarte y el subreporte. Provocando la sobreexplotación sin miras a la conservación de nuestros peces, lo cual ha puesto en situación de vulnerabilidad a nuestras comunidades dando paso a una profunda crisis socioeconómica en nuestro sector al que nos aferramos porque nos negamos a recibir las migajas con las cuales el poder pretende calmar nuestras ansias de justicia tendientes a preservar nuestra fuente de trabajo, nuestro oficio, la cultura que subyace en el corazón de las comunidades ligadas al mar, cuyas practicas solidarias como la "sociedad a la parte", en la cual hemos sustentado nuestras relaciones de trabajo, sin patrones ni subordinados, distribuyendo las ganancias de los desembarques en porcentajes que valoran el esfuerzo de todos y cada uno de los que participamos en la actividad, se han visto alteradas con la privatización de los recursos pesqueros.
Nosotros hemos dicho en muchas y variadas formas, y lo reiteramos ahora ante ustedes, que el desarrollo de las generaciones futuras depende de la sustentabilidad de todos los recursos. Nos declaramos defensores del medio ambiente marino y el borde costero, toda vez que nuestras organizaciones se ven afectadas con el accionar de empresas como Celco, Enap, Mineras y Salmoneras, entre otras, que ponen en riesgo la preservación de las especies marinas y la seguridad alimentaria para nuestro pueblo.
Nuestras demandas, que son también nuestras esperanzas, se encuentran en el mar. No aceptamos la reconversión, ni las medidas paliativas, que no remedian los problemas de fondo y pretenden corromper nuestra dignidad.
Exigimos justicia social, trabajo digno y reconocimiento a nuestra identidad cultural. Somos pescadores y pescadoras artesanales, hombres y mujeres, enemigos declarados, sin dudas ni temores, del modelo capitalista neoliberal, al cual señalamos como el principal responsable de la sobreexplotación de los recursos naturales y la destrucción de nuestras comunidades.
No a la pesca de arrastre. Moratoria a la Salmonicultura.
No a la privatización de los recursos pesqueros.
Por la Unidad de los Pueblos
Pescadores Artesanales de Chile