miércoles, 15 de agosto de 2012

Todos somos Ituzaingó


Elizabeth Bravo - Red por una América Latina Libre de Transgénicos





31 July 2012 | Biodiversidad - Jul 2012
Yo no entiendo de agrotóxicos,
pero mi cuerpo sí lo sabe
(Testimonio de una madre de Ituzaingó)
El 11 de junio se inició en la Cámara 1° del Crimen de Córdoba, Argentina, un juicio penal interpuesto por el Grupo de Madres del Barrio Ituzaingó contra dos productores de soja (Francisco Rafael Parra y Jorge Alberto Gabrielli) y un aero-aplicador (Edgardo Pancello) por violar la Ley 24051.
Por más de 10 años el barrio ha sido afectado por un coctel de agroquímicos que incluye glifosato, endosulfán y otros agrotóxicos asociado al cultivo de soja transgénica. Este juicio es el resultado de varios años de lucha del grupo de mujeres.
 Los testimonios presentados durante el proceso evidencian que entre 2001 y 2010 se han detectado 193 casos de cáncer entre los vecinos, así como algunas malformaciones como púrpura o labio leporino y que el agua que se tomaba estaba contaminada con plaguicidas. En un trabajo hecho por el gobierno en 2010-2011, se encontró que 80% de la población infantil del barrio tiene agroquímicos en la sangre (114 menores —de un total de 142 que residen en un barrio). Un médico clínico de la zona, Eduardo Alberto Molina, dijo que "nunca había visto tantos pacientes con diabetes e hipotiroidismo como en ese barrio".
 Fui invitada al juicio en calidad de observadora internacional junto con el doctor Arturo Campaña, experto en salud pública y agroindustria. Hace años, conocí a Sofía y María, dos mujeres que forman parte del grupo de madres. Uno de los primeros recuerdos que tengo de ellas fue cuando Sofía me dijo que ella no dejaba salir a su hijo a jugar a la calle por miedo a que se contamine. Y es que los niños, con la novedad de ver las avionetas fumigadoras, salían corriendo tras de ellas, y los niños quedaban bañados en veneno. Pero, ¿cómo le controlas a un niño que no salga?
 El domingo tuvimos la oportunidad de conocer el barrio acompañados por María, una de las madres. Ahí pudimos evidenciar la cercanía del barrio al sitio donde, hasta hace un tiempo, empezaban las plantaciones de soja. Los sojeros dejaron de plantar soja junto al barrio, debido al movimiento de las madres en contra de las fumigaciones; sin embargo, los efectos de las fumigaciones se sienten hasta ahora.
 Ituzaingó es un barrio periurbano que se estableció hace unos 40 años. Es evidente la carestía de servicios básicos. Por muchos años el barrio se abasteció de aguas provenientes de las napas, que venían contaminadas por la infiltración de agrotóxicos provenientes de la plantación.
 La falta de servicio de agua potable fue uno de los determinantes más importantes para que ocurriera la contaminación en los niveles actuales. Arturo Campaña narra así su encuentro con una mujer que pasaba por la calle…
Ella nos contó sobre los problemas de dotación de agua para uso humano que viven en el barrio. Nos indicó, cerca de donde la encontramos, una estructura a la que llegaba agua del pozo, y que de ahí era distribuida a las familias. El agua era depositada en tanques (que habían sido entregados por el gobierno) que estaban colocados a unos 10 a 15 metros de las casas para aprovechar la caída del agua y que como permanecían abiertos, quedando expuestos a la deriva de químicos y a las fumigaciones que tenían lugar cerca del barrio.
Nos indicó que los exámenes hechos por alguna autoridad al agua, revelaron importantes contenidos de endosulfán y otros químicos. Algunos denotan la presencia de químicos de la época de órgano-clorados como hectacloro y otros como los drines. Nos hablaron que no se ha encontrado glifosato, porque la metodología para detectar glifosato en matrices de agua o tierra es un poco complicada.
Sobre la situación de salud del barrio, él dice:
Me llamó la atención que toda la gente con que conversamos hacía referencia a la enfermedad. Primero tuvimos contacto con una señora que caminaba al paso. Ella nos dijo que es una de las personas que se ha enfermado debido a la contaminación, que tiene una mala formación de células sanguíneas posiblemente por una afección del sistema óseo. Nos habló también de una debilidad muscular que se le está resolviendo. Inclusive dice que se les están haciendo estudios en relación a alguna forma de enfermedad autoinmune, algún tipo de lupus.
Luego caminamos a la zona donde años antes se sembraba soja transgénica y que ahora estaba abandonada y es ahora lotizada para un plan de vivienda popular.  ¡Qué irresponsabilidad!, pues ésas son zonas que debieron ser remediadas y descontaminadas antes de que se pueda iniciar ahí cualquier actividad. Y eso es algo que puede tomar muchos años. De nuevo volvemos a ver cómo priman los intereses económicos por sobre los derechos a la salud y a un ambiente sano y libre de contaminación. En nuestra visita al barrio, vimos que ya hay una casa habitada.
Ahí conocimos a Susana, una de las madres. Me conmovió cuando nos dijo: "Yo no entiendo de agrotóxicos, pero mi cuerpo sí lo sabe". Su casa está a pocos metros de donde empezaba el campo de soja y desde ahí se veía llegar las avionetas aerofumigadoras. Entraban al barrio botando un chorro de agua. "En ese tiempo no sabíamos que eran los agroquímicos, y los niños por la novedad de ver una avioneta corrían tras de ellas", dijo ella. No sabían que estaban siendo rociados con el elixir de la muerte.
Luego señala otras casas y nos dice: "Ahí hay un niño con púrpura" "Mira esa calle, antes pasando una casa había un enfermo de cáncer, ahora hay ya en casi todas las casas un enfermo" "Allá, la señora se murió de cáncer, y en esa casa, una chica de 23 años también murió de cáncer".  Arturo Campaña expresa así sus impresiones luego de conocer a Susana…
Otra conversación la tuvimos a media cuadra, a unos 80 metros de lo que habrían sido los límites de la plantación de soja, que ahora ya no está en producción… Ella tiene una cantidad de problemas en la sangre y ha tenido varios abortos. Nos habló de haber tenido una propensión a las reacciones alérgicas en la piel y nos enseñó los estigmas de esas alergias que se revelan en sombras en las piernas.
Su única hija le nació con comunicación intraventricular (CIV). A la niña la nota estable, pero en algún momento hay que hacerle una intervención.
A través de ella supimos que hay numerosos problemas de tipo sanguíneo en la zona. Nos reveló el caso de un vecinito que tenía púrpura hemorrágica, que podría tratarse de tropombisopenia. Y todo esto es en la misma cuadra. Nos dijo que en la calle del fondo, a media cuadra, casa de por medio, hay por lo menos una persona con diagnóstico de cáncer, lo que indica que la frecuencia de cáncer es bastante notoria. ¿A quién se le ocurre que en el mismo barrio haya tanta gente con cáncer? Esto nos revela que hay un problema del barrio.
Muchos de los vecinos del barrio se oponen a la heroica lucha de las madres porque dicen que sus propiedades se van a desvalorizar. Susana nos contó que en algunas tiendas, a las líderes del grupo de madres no las querían atender. Lo triste es que meses o años más tarde resultaba que en su familia aparecía un pariente con leucemia, otros con lupus o les nacía un niño con malformaciones.
 Ella explica que la lucha ha pasado por varios momentos. Primero el enfrentamiento era entre los pobres contra los poderosos (los sojeros). Luego fue entre sanos y enfermos. Nos cuenta con tristeza que su niña le dice al vecino: "Nosotros no somos iguales. Yo tengo una malformación en el corazón, y tu tienes agroquímicos en la sangre". "Es muy triste que nuestra lucha sea conocida internacionalmente, pero que aquí no se la entienda".
 Finalmente nos dijo que "Le han invitado a las Malvinas Argentinas para hablar con los vecinos sobre nuestra experiencia. Es que ahí la Monsanto quiere instalar una planta de semillas de maíz".
Sí. Mientras se celebra el juicio en contra los fumigadores, Monsanto anunciaba que iba a "invertir" mil 500 millones de pesos (335 millones de dólares) en la construcción de una planta para procesar semillas de maíz* en Malvinas Argentinas. Este anuncio fue hecho en Estados Unidos cuando los directivos de la empresa se reunían con la presidenta argentina.
Un comunicado de prensa que apareció en un periódico local (La Voz del Interior) explica que el plan de inversiones de Monsanto incluye más de 170 millones de pesos en investigación y desarrollo local y la construcción de dos nuevas estaciones experimentales (en Córdoba y Tucumán) para el desarrollo de programas de investigación y desarrollo de maíz y soja (¿transgénicos?). El diario dice que ésta sería la mayor inversión de Monsanto de este tipo. En esa reunión, la presidenta dijo: "Hace unos instantes estuve con Monsanto, que nos anunciaba una inversión muy importante en materia de maíz […] Y además estaban muy contentos porque Argentina hoy está —digamos— a la vanguardia en materia de eventos biotecnológicos".
La vanguardia en eventos biotecnológicos ha hecho que vastas zonas de Argentina se vivan experiencias similares a las que vimos hoy en el barrio Ituzaingó. Durante el "Segundo Encuentro de Pueblos Fumigados" de Argentina, que se celebró en una carpa colocada en las inmediaciones de los Tribunales Provinciales, de manera paralela al juicio a las fumigaciones, escuchamos muchos testimonios similares, y a veces más desgarradores a los de Ituzaingó. Ahí se narraron las luchas que se llevan a cabo en estos "pueblos fumigados". Uno de los casos que más me conmovió fue de unos jóvenes de Corrientes que traían la carta de una madre de Puerto Viejo Lavalle, cuyo hijo de 4 años, Nicolás Arévalo, había fallecido.
Algunos son de dos mil habitantes, otros un poco más grandes; pero en todos vive gente comprometida en dar batallas titánicas contra este gran coloso que es el gran agronegocio de la soja transgénica. Son luchas de pequeños colectivos de vecinos que de manera heroica enfrentan a las fumigaciones porque afectan su vida y la de sus hijos. Algunos piden que no se fumigue a 800 metros del pueblo, otros que no les instalen un almacén de agrotóxicos en su pueblo.
Lo que se ha evidenciado en Ituzaingó es la realidad de miles de pueblos en las zonas sojeras argentinas. Cientos de afectados por las fumigaciones de todo el país que pertenecen a pequeños colectivos ciudadanos denominados "Paren de Fumigar", llegaron también a Córdoba a acompañar el juicio y a dar testimonio sobre sus propias vivencias.
Ahí se puso en evidencia que hay por lo menos 12 millones de personas afectadas por el modelo productivo de la soja transgénica que incluye siembra directa, agricultura de precisión, semillas transgénicas y fumigaciones. Este modelo ha hecho que en Argentina se viertan 14 litros de glifosato por hectárea por campaña productiva de soja, lo que significa unos 300  millones de litros de venenos por campaña, lo que significa 12 litros por persona. Pero hay datos menos conservadores que hablan de 500 millones de litros al año. Todo ese veneno cae sobre la población de esos "pueblos fumigados" que vive en medio de inmensos campos de soja.
Y el gobierno no descarta la idea que este modelo se expanda. Veamos lo que dijo la presidenta en su discurso en Nueva York…
Yo le comentaba —y la gente de Monsanto no lo sabía— que tenemos una Patagonia, en la cual algún productor argentino tiene producción, por ejemplo, forrajera, y que uno puede observar en medio de la estepa patagónica los círculos que solamente con riego producen forraje de primerísima calidad. Y tenemos también agua en la Patagonia… [allá] han pasado de la minería a cielo abierto a minería en excavación y es justamente donde han encontrado en plena Patagonia ríos subterráneos. A ellos les causa problemas, pero a nosotros nos ha llenado de alegría, porque esto nos da la idea de que el elemento vital, agua, nos va a permitir extender la frontera agropecuaria.
La lucha no es fácil, porque quien está detrás, quien se beneficia y lucra de este drama humano, es el gran poder de transnacionales de Monsanto, Cargill, Bunge, Nidera y de grupos económicos nacionales como Los Grobo. Y cuentan con el apoyo oficial.
 Pero también en estos pueblos olvidados se dan fuertes relaciones de poder que hacen muy difíciles estas luchas. Recuerdo que una persona propuso la necesidad de trabajar con las escuelas, para despertar conciencia en los maestros para que se prohiba las fumigaciones en zonas donde hay escuelas, para que los niños no sean fumigados. Y que otro de los participantes recordó que en la mayoría de estos pueblos la directora de la escuela es la esposa del fumigador, o la madre del sojero. El dueño de la tierra ahora vive de la renta. Gana mucho dinero sin tener que trabajar, y por lo tanto apoya la expansión de la soja.
 Durante el juicio puesto por las Madres de Ituzaingó, una señora que fue testigo de los sojeros, era la dueña del campo; la señora Godoy, quien vivía en medio de la plantación.  Ella aseguraba que nunca vio una avioneta aerofumigadora, a pesar de que los vecinos de Ituzaingó tienen fotografías y filmaciones de las avionetas entrando a los campos de soja, y que hasta encontraron una avioneta desmantelada para que no pueda ser identificada por las autoridades.
Y así como ella, que se benefició directamente del modelo sojero, hay muchos otros que lo apoyan y que obstaculizan el trabajo de los colectivos que se oponen a las fumigaciones. El día lunes 17 de junio, los jueces hicieron una visita al barrio y les esperaba un grupo de unas diez personas que se oponen al juicio porque han comprado lotes en el campo de soja abandonada.  
El 17 de junio dio su testimonio la bióloga Diana Raab, quien en 2004 trabajaba en la Secretaría de Salud y Ambiente de la Municipalidad de Córdoba en la unidad de Prevención y Gestión, y que explicó que hay dos Ordenanzas Municipales que se deben mencionar: la primera prohibe la fumigación aérea o terrestre en el eje urbano de Córdoba y la otra prohibe las fumigaciones a 2 mil 500 metros en el barrio Ituzaingó (esto fue resultado de la lucha del Grupo de Madres).
 Ella narra que en febrero del 2004 recibió una llamada de Ituziangó.
Ése era un lugar muy concurrido por los inspectores de la Municipalidad, debido a las constantes llamadas de las madres, pero ese día fue muy particular. Las madres dijeron que en ese momento estaban fumigando. Me desplazó al barrio y en el tiempo que me demoré en llegar aún se veía el "mosquito" en el campo. Estaba a menos de 2 mil 500 metros de donde empieza el barrio. Era una máquina de color verde, abierta, en posición de trabajo. Fui al portón por donde se entra al campo pero nadie me atendió y no puedo hacerlo sin el consentimiento de los dueños. Ahí había tres móviles policiales que no habían sido llamados ni por el Municipio ni por las madres. Los vecinos decidieron ir a la policía para pedir una orden de allanamiento. Yo las acompañé. Como no nos atendían ellas decidieron que no se moverán hasta que no se les atienda. Finalmente, a la 1 o 2 de la mañana consiguieron la orden.
Al siguiente día, fue la policía para el allanamiento. Yo participé sólo como testigo. Los dueños de la propiedad (Parra) no querían permitir la entrada de la fuerza púbica a la zona doméstica, pero finalmente entramos. Ahí los policías encontraron varios bidones con agroquímicos en una habitación que estaba siendo usada por un miembro de la familia. Los bidones estaban escondidos entre la pared y la cama.  Me llamó mucho la atención que en ese lugar, que era un sitio para dormir, había químicos peligrosos (plaguicidas órganoclorados y 2.4D), pues vi la calavera y las dos tibias en alguno de los bidones. Los bidones estaban abiertos, lo que insinúa que en ese momento estaban en uso, por lo que no se los había guardado como reserva. Había un metro y medio de bidones colocados uno después del otro.
Cuando se acabó la audiencia, Diana Raab no pudo evitar llorar en los brazos de Sofía, una de las madres. Eran experiencias muy fuertes para ella pues se siente comprometida con la lucha de ellas. Yo tampoco pude evitar que se me resbalen unas lágrimas, porque en este juicio estamos hablando de la vida y de la muerte de un barrio olvidado, marginado, donde la gente está muriendo a costa del crecimiento económico de Argentina. Recuerdo cuando el abogado de la defensa preguntó a uno de los testigos si él sabía que gracias a la soja transgénica Argentina ha podido mantenerse en un lugar muy competitivo en el mercado internacional de la soja, y que sus competidores también usan la soja RR.
 Desde esa perspectiva, las madres con abortos constantes, los niños con malformaciones genéticas, los enfermos de cáncer son sólo costos colaterales que deben ser aceptados, porque ése es el costo del desarrollo, un desarrollo que no sólo afecta a las madres de Ituzaingó. Afecta a todos esos pequeños pueblos fumigados que pueblan toda la Pampa Húmeda argentina, y que se extiende a Uruguay, Paraguay, Bolivia y Brasil, y que ahora pretende extenderse a la Patagonia.
 Por eso, podemos decir
TODOS SOMOS ITUZAINGÓ.
Justicia para ellos y todos los pueblos fumigados, víctimas del actual modelo sojero.
 
Fuentes:
Almuerzo en el Council de las Américas: Palabras de la Presidenta de la Nación Cristina Fernández de Kirchner con empresarios estadounidenses, en el Consejo de las Américas, en Nueva York.
* Se trata del maíz transgénico que tiene tolerancia a glifosato y resistencia a insecto (Bt)

Fuente: http://www.grain.org/article/entries/4556
 

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