Se estima que más de 125.000 campesinos se han quitado la vida como consecuencia de la despiadada campaña que ha convertido a India en un campo de pruebas de los cultivos genéticamente modificados. Estas muertes están relacionadas con el endeudamiento con las grandes multinacionales y la imposibilidad de pagar la factura del agua empleada para regar el algodón. Las cifras oficiales del Ministerio Indio de Agricultura confirman que más de 1000 campesinos se quitan la vida cada mes
En la India encontramos claros ejemplos de los desastres que provoca la introducción de tecnologías controladas por las multinacionales para organizar la producción dirigida al mercado global. El Punjab, la más próspera región agrícola de la India, actualmente es víctima de un desastre ecológico y social, al igual que Warangal. Los agricultores tradicionalmente cultivaban para la alimentación local legumbres, mijo y arroz. Eran pobres, pero no tenían deudas. Las compañías semilleras les propusieron plantar semillas híbridas de algodón, materia prima para la industria textil mundial. Estas semillas conocidas como "oro blanco" les harían salir de su pobreza. Sin embargo, estas promesas resultaron fallidas. Sus semillas nativas fueron desplazadas con nuevos híbridos que no controlaban. Estos híbridos no podían ser almacenados, lo que obligaba a los agricultores a comprar cada año la semilla a un alto precio. Las semillas transgénicas son en Maharastra un 1000% más caras que la semilla tradicional. Las cosechas de algodón fracasaron y los agricultores quedaron fuertemente endeudados.
Muchos agricultores en Warangal no pueden hacer frente al alza de los costes de producción y comercialización de estos cultivos híbridos. Al ser las semillas muy vulnerables a los ataques de las plagas, los gastos en pesticidas se incrementaron en un 2000 %, desde 1980 a 1997. Ahora las grandes multinacionales intentan introducir semillas resistentes a esas plagas mediante ingeniería genética que aumentarán aún más los costos y riesgos ecológicos. Por eso, agricultores del Sindicato de Agricultores de Andhra Pradesh, en Warangal desarraigaron el algodón Bollgard de Monsanto, modificado genéticamente.
El cultivo de transgénicos necesita gran cantidad de agua, pesticidas y abonos.
Alrededor del 50% de la producción mundial practica un cultivo de regadío demasiado exigente en agua, lo que hace que mares como el Aral, en Asia Central, hayan perdido casi la mitad de superficie al ser desviados dos ríos que lo alimentaban para regar plantaciones de algodón y de arroz. Hay proyectos en marcha para su rehabilitación, pero se sigue cultivando gran cantidad de algodón transgénico en la zona y no se piensa en reducir su cultivo.
La sequía de Warangal, donde más de 50 millones de personas se enfrentan al hambre, no es un desastre natural. Es provocada por multinacionales como Monsanto que promueven en regiones áridas como las de Gujarat y Rajasthan, con escasas aguas subterráneas, los sedientos cultivos para la exportación en vez de los cultivos locales, menos consumidores de agua y destinados a cubrir necesidades alimentarias de su población.
Para producir una camiseta de algodón se necesitan 150 g de productos químicos y 2000 litros de agua. El 16% del total de los pesticidas utilizados en el mundo va a parar al algodón y su producción intensiva requiere entre 7.000 y 29.000 litros de agua por cada kg. de fibra. Cada hectárea de tierra acumula 1 kg de sustancias peligrosas por temporada. Las marcas convencionales del sector textil que utilizan algodón para sus prendas, no garantizan un comportamiento ético en toda su línea de producción y las marcas más caras como Lacoste o Diesel, son las que ofrecen menos garantías sociales y ambientales a los productores. Al comprar en C&A y "FRUIT of the LOOM", contribuimos a que no se respeten los derechos de los trabajadores en Brasil, China, Pakistán, Turquía, Bangladesh y Rumanía, en el primer caso y en Camboya, Jordania, Marruecos, India e Indonesia, en el segundo caso. Si compramos a H&M, fomentamos el trabajo infantil y las horas extras entre sus trabajadores. De los 10 € que nos cuesta una camiseta de algodón, el trabajador que lo ha recolectado sólo recibirá 2 céntimos.
Es mentira que el algodón BT tenga mayores rendimientos que el convencional. En EE.UU, Argentina, Colombia y Australia, los rendimientos totales del algodón permanecieron constantes tras el paso del algodón convencional al algodón Bt. El aumento de rendimientos en India y China no se debió a la tecnología transgénica, sino a la explotación de los agricultores. En Xinjiang, la mayor provincia productora de algodón de China, donde se consigue el rendimiento más alto del país, se cultiva sobre todo algodón convencional y no variedades transgénicas. Según un estudio de la Universidad de Andra, en India, el algodón Bt requiere la misma cantidad de plaguicidas y agrotóxicos que el algodón convencional. En África, los cultivos transgénicos tienen menor rendimiento que las variedades convencionales y son utilizados para alimentar a los animales de los países ricos y para producir productos industriales como agrocombustibles.
Los principales productores de algodón a nivel mundial son China, Estados Unidos, India, Pakistán y Uzbequistán. Entre los productores de algodón hay países desarrollados, en "desarrollo" y países que se encuentran entre los más pobres del planeta (Mali, Benin y Burkina Fasso). En estos últimos países la vida de la gente depende de la producción de algodón que está condicionada por los intereses económicos de los cinco principales productores mundiales.
El algodón Bt no es un cultivo alimentario y sus semillas son muy caras. La producción de algodón ha llegado a tener saldo negativo en la economía de los pequeños agricultores, que gastan más en su producción de lo que les pagan finalmente por su cosecha de algodón. Con la globalización, este tipo de agricultura se ha extendido a regiones donde los campesinos siempre han sido pobres, pero habían sido autosuficientes en materia de alimentos hasta ahora. En Sudáfrica, desde la adopción del algodón transgénico Bt, el número de pequeños productores de algodón ha caído de 3.229 en 2001 a 853 en 2007.
Se estima que más de 125.000 campesinos se han quitado la vida como consecuencia de la despiadada campaña que ha convertido a India en un campo de pruebas de los cultivos genéticamente modificados. Estas muertes están relacionadas con el endeudamiento con las grandes multinacionales y la imposibilidad de pagar la factura del agua empleada para regar el algodón. Las cifras oficiales del Ministerio Indio de Agricultura confirman que más de 1000 campesinos se quitan la vida cada mes.
En India, una vez reorientada la producción agraria a cultivos no alimentarios y para la exportación, los precios de la alimentación se han disparado, duplicándose entre 1999 y el 2000. A la vez que los campesinos se empobrecían, los consumidores pagaban más.
Recientemente la OMC ha obligado a India a eliminar todas las restricciones sobre las importaciones en cumplimiento de los acuerdos de "libre comercio". Esto ha permitido a la industria de EEUU introducir carne contaminada -lo que le sobra a los ricos se le arroja a los pobres-. Las muertes por ingerir alimentos envenenados o adulterados se han cuadruplicado desde entonces.
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