jueves, 14 de agosto de 2008

la Chakana y su visibilidad


Carlos Ruiz R.
Universidad de Santiago de Chile



La Chakana es una constelación que por su ubicación muy cerca del Polo Sur celeste, es visible en ciertas latitudes durante todo el año, por supuesto variando el horario de visibilidad.




Desde la tierra, dado nuestro movimiento de rotación en casi 24 horas, vemos a los astros y estrellas como si giraran en torno a dos polos, que son la proyección en el firmamento del eje en torno al cual el planeta gira. Como el eje de la tierra está inclinado respecto del plano en el cual se desarrolla la traslación del planeta en torno al sol, y el ciclo de rotación de la Tierra no dura 24 horas sino 23 horas, 56 minutos y 4 segundos, a lo largo del año no son visibles las mismas estrellas en los mismos horarios. En otras palabras, una misma estrella es visible cada día del año 3 minutos y 56 segundos más temprano que el día anterior.



Debido a estos ciclos, una parte del cielo parece “salir” por el horizonte y “ponerse” doce horas después (claro está, sin considerar si hay cerros entre el horizonte astronómico y el cielo visible, caso en que las constelaciones son visibles con más retraso o se dejan de ver con más anticipo).



La cultura occidental ha dividido el cielo visible en latitudes y longitudes, de acuerdo al mismo criterio con que se divide la tierra: con dos hemisferios (Norte y Sur), paralelos y meridianos celestes.



La visibilidad del cielo depende de la latitud en que nos encontremos. Un observador puesto en la línea del Ecuador, podrá ver en los días de los equinoccios la mitad de cada hemisferio celeste, y si permanece las 24 horas en el mismo punto, podrá ver prácticamente todo el firmamento, siguiendo esta rotación. En cambio, un observador que se desplace al norte o al sur, de acuerdo a su latitud (distancia respecto del Ecuador), irá viendo cada vez menos estrellas del hemisferio contrario.



Por eso, en la mayor parte de Europa no es visible la Chakana (o Cruz del Sur), la que en cambio puede ser vista todo el año desde la latitud 30º Sur hasta la latitud 90º, que corresponde al Polo Sur. Entre esas latitudes la Chakana se ve en esas casi 24 horas, dando un giro completo en torno al Polo Sur Celeste. Entonces, en esas regiones (el cono sur de América – Abya Yala o la parte sur del África) la ubicación de la Chakana en el cielo (“más arriba o más abajo”, dependerá de la hora del día.



En el hemisferio norte, por ejemplo en toda América Central y del Norte, la Chakana deja de ser visible de noche por un tiempo.



En el hemisferio sur, comienza a ser vista levantándose por el horizonte del oriente, en los atardeceres desde el 1º de febrero. Hacia el 21 de marzo (equinoccio de otoño) al 1º de abril, es visible levantada como una cruz, alcanzando mayor altura, hacia las 0 horas, punto que va alcanzando cada día unos cuatro minutos antes. Al 1º de mayo, está en esa visibilidad a las 22 horas, y al 31 de mayo, a las 20 horas. Al 1º de julio, es visible en ese punto a las 18 horas, para estar en la ubicación más baja a las 6 de la mañana, no obstante no deja de verse desde las latitudes al Sur de los 25º. Por eso, será en mayo cuando entre las 8 y 10 de la noche se puede ver en una parte alta del cielo. De acuerdo a los ritmos vitales campesinos (indígenas o mestizos), será la época en que se ve de noche en las partes altas y levantada como una “cruz”, de allí que se haya producido el sincretismo religioso entre la observación de la Chakana y la “Exhaltación de la Santa Cruz”, trasposición de una fiesta cristiana que en el Hemisferio Norte se celebra el 14 de septiembre, pero que hace unos dos mil años debía acontecer cerca del 23-24 de septiembre
[1], es decir como si la Chakana marcase en la medianoche la fecha del equinoccio. Sucedía que en Europa, desde los 25º Norte, la constelación no es visible en ninguna fecha, del mismo modo que en el Sur a esa latitud no podemos ver la Osa Mayor, la Osa Menor y la Estrella Polar. De esta forma, los pueblos del sur tenemos en la Chakana este marcador, que funciona como un reloj, ya que no tenemos una visible estrella polar ni las Osas, que los del norte pueden usar como su propio reloj nocturno.


Por lo demás, la estrella polar de ahora no era la misma hace milenios, ya que la cercanía de un astro al polo sur celeste, depende también de la posición del sistema solar en la galaxia: este sistema da un giro galáctico completo en unos 26.000 años, algo que los Mayas ya sabían y que el Occidente desconoció por siglos: los caldeos, egipcios y griegos algo sí calcularon acerca de esto, pero su conocimiento se hundió en el oscurantismo judeocristiano.



Desde 1582, inicio del calendario Gregoriano, nuevamente la Chakana está en su punto más bajo, en el hemisferio sur, a las 12 de la noche del 23 de septiembre, equinoccio de primavera. Llega al mismo punto hacia las 6 de la mañana, al amanecer, entre el 24 de diciembre y el 1º de enero, marcando así el solsticio de verano. Como dijimos, marca el equinoccio de otoño al 21 de marzo, quedando en la posición más alta a medianoche, y por último en el solsticio de invierno (Inti Raymi, Machaq Mara, Wüñoi Tripantü), el 23 de junio, a las 6 de la mañana.
De esta forma, la constelación nos ayuda a recordar la división del ciclo anual en cuatro estaciones. Su forma de cruz simboliza esto mismo, y muchas culturas lo expresan como símbolo, en un círculo partido en cuatro. Esto es lo que vemos en el kultrung, el tambor ceremonial mapuche, y en muchos platos de esta misma cultura, que son verdaderos calendarios, y cuyas claves de lectura se perdieron a causa de la invasión española; sólo en los últimos tiempos se puede comenzar a recuperar su significado.


MEDITACIÓN ANDINA

Es una maravilla meditar en que nuestro planeta (Pacha, Wallmapu) está organizado de tal forma que la rotación nos permite experimentar un día y una noche cuyas duraciones permiten la vida en la forma en que la conocemos acá. La rotación de la luna dura un mes, casi igual que su giro alrededor de la tierra, por eso le vemos una sola cara, cuyos puntos se exponen al sol durante medio mes, y pasan una noche de otro medio mes. El ciclo terrestre permite una vida a escala humana, con tiempo de vigilia y tiempo de sueño. El injusto sistema del capital, hace que los que dependemos de los que tienen el poder en el planeta, tengamos que trabajar inhumanamente muchas horas más de lo que el cosmos y nuestro cuerpo permite, provocando todas las desarmonías de la “modernidad”.



El movimiento de traslación en una elipse, permite que tengamos estaciones. De acuerdo a las latitudes y situación geofísica de cada región de la Tierra, las estaciones pueden ser dos, tres o cuatro, pero no una sola, en cuyo caso no habría ciclos en la tierra, que pasaría en un eterno invierno o eterno verano. En el mundo andino, gozamos de cuatro estaciones, lo que ha hecho que nuestras culturas desarrollen nuestra cosmovisión cuaternaria. La elipse (que es la forma que describe la tierra en su giro anual) tiene dos focos y el sol está en uno de ellos. Esta dualidad tiene que ver con el principio masculino y el femenino. Por eso si el círculo es sagrado por muchas razones, también la elipse forma parte de nuestra “geometría sagrada” y es la forma como se ordena la ruka, vivienda tradicional mapuche, con dos postes ocupando el lugar de los focos, y que simbolizan las presencias masculina y femenina.



El que nuestra Pacha Mama esté acompañada de su satélite natural, Mama Killa, o Küyen –Kvyeh, permite que haya iluminación en algunas noches y a ciertas horas, ayudando a la vida de algunas especies que no hubieran existido si la noche fuese de oscuridad total. Asimismo, la rotación de casi un mes de la Mama Killa en torno a la Pacha Mama, permite las mareas, ayudando a que se produzca una especial biodiversidad en las zonas costeras. El ciclo generador femenino está en conexión con esto, precisamente. Antes de las desarmonizaciones que sucedieron en distintas épocas y culturas de la tierra, se dice que los períodos de fertilidad humana estaban sincronizados.



La inclinación del eje terrestre respecto del plano de la traslación, permite que en las diversas latitudes haya a lo largo del año distintos grados de exposición a la luz solar, permitiendo una variedad de climas, que también es necesaria para la existencia de la diversidad de especies animales y vegetales. Esta biodiversidad, que en mapuche se llama Itrofill Mongen –Ixofij Mogen- (= “toda clase de vidas”), es lo que asegura nuestra existencia como especie, ya que todo está conectado y la vida de una especie depende de la vida de otras (equilibrio ecológico). Toda contravención a esta biodiversidad, como lo que experimentamos bajo la explotación salvaje del capitalismo depredador, hiere a la tierra y a nosotros mismos. Por eso, destrucción de especies, daño en la capa de Ozono, contaminación ambiental, destrucción de los glaciales, instalación de represas, inundación de tierras y secado de depósitos de aguas, desertificación, sobreexplotación, todas son causantes dialécticamente del enriquecimiento de unos pocos a costa de la explotación de las mayorías.



Es necesario recuperar la astronomía, la geografía, la economía y la ecología, reordenando las sociedades humanas en armonía con la naturaleza y sus ritmos. Es necesario ir alineando los actos para lograr esta rearmonización, que tendrá lugar en un movimiento cósmico, planetario y social, lo que nos antiguos conocieron como Pachakutiq, nuevo Katun (para los mayas) y las ciencias sociales denominan Revolución. El cómo y el qué hacer, deberán ir fluyendo con la misma armonía cósmica.





[1] Debido a la falta de previsión del calendario juliano, éste se había atrasado en 10 días respecto del ciclo solar verdadero, a la época de la conquista española. Los científicos europeos sólo advirtieron el error hacia 1580, comparando los conocimientos de inkas y aztecas, con los de aquellos, y por eso el Papa Gregorio reformó el calendario, recuperando los 10 días de retraso que éste tenía respecto del tiempo real, y así quedó establecido el calendario que lleva su nombre.

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