lunes, 20 de septiembre de 2010

Tan Lejos, Tan cerca








Escrito Por Pedro Cayuqueo   
sábado, 18 de septiembre de 2010




Como mapuche, mil veces hubiera preferido hoy haber nacido 
al otro lado de los Andes. En Puelmapu, en la "tierra del este", 
como llamamos nosotros al territorio conocido por el resto del 
planeta como la República Federal Argentina. Hace poco crucé 
nuevamente la frontera, invitado por organizaciones mapuches 
de aquel lado a compartir experiencias y aprendizajes en 
comunicación. No son pocos, debo decir.

Según cifras oficiales, cerca de 300 mil mapuches viven entre las provincias 
de Buenos Aires y Chubut, incluyendo Neuquén y Río Negro. Y es que 
a pesar del silenciamiento de nuestra historia y poco más de cien 
años de colonialismo, porfiada es la memoria. No olvidamos. No lo hacen 

nuestros abuelos y menos aun podríamos nosotros.



"Somos parte de un solo pueblo, una misma nación", escuche decir 

a jóvenes mapuches reunidos en "General Roca", ciudad que homenajea 
con su nombre al general que comandó el genocidio indígena. Julio 
Argentino Roca, el general Custer de las pampas trasandinas, 
el Cornelio Saavedra del otro lado. Los mapuches, desde siempre, 
han llamado a esta ciudad "Fvske Menuco". "Un solo pueblo dividido 
por dos Estados", escuche decir a orgullosas mujeres mapuches 
de "Ingeniero Jacobacci", en la desértica meseta de la línea 
sur de Río Negro. "Jacobacci", era que no, homenajea a otro 
célebre responsable de la conquista argentina del territorio 
mapuche; el ingeniero italiano Guido Amadeo Jacobacci, jefe 
de obra del ferrocarril a la Patagonia. A "Jacobacci" los 
mapuches siempre la han llamado "Huahuel Niyeu". Y es que a 
pesar de lo que diga la historia oficial, alguien recorrió esos 
parajes y bautizó los lugares mucho antes que los argentinos 
descendieran de los barcos, escuche decir a un emblemático 
lonko. "Y ese alguien fuimos los mapuches. ¿O acaso 
usted cree que el "che", el "gente" de los argentinos, 

es pura casualidad?", me interrogó entre risas.



Cuando en Chile la huelga de hambre mapuche se acerca 
peligrosamente al día 70 y el gobierno sigue sacando cuentas 
políticas antes de negociar una salida humanitaria, cruzar la cordillera 
puede resultar pedagógico. Tan lejos y tan cerca. Si bien ambos 
procesos de invasión territorial datan de la misma época, entre 
1880 y 1886, el tratamiento que el Estado argentino ha otorgado 
a los mapuches, al menos en las últimas dos décadas, contrasta 
notablemente con el chileno. Desde 1994, reconocida está en la 
Carta Magna del país vecino la "preexistencia" de los mapuches 
al Estado. Es decir, se reconoce que son anteriores a éste y por tanto, 
depositarios de derechos. Qué decir de su carácter de "pueblo",
 concepto usado en diversas legislaciones sectoriales y que a nadie 
pareciera escandalizar mayormente. Lo mismo sucede con el 
Convenio 169 de la OIT, aprobado por Argentina el año 1992 y 
ratificado y en plena vigencia desde el año 2000. Otro tanto con 
la bandera mapuche, usada de manera oficial en numerosas 
ciudades de la Provincia de Neuquén, las mismas donde lonkos 
y representantes indígenas forman parte de sus consejos comunales 
por derecho propio. El municipio de El Huecú, uno de ellos.

¿Es Argentina la copia feliz del Edén para los indígenas? En absoluto. 
Bien lo saben los mapuches y otra docena de pueblos originarios que 
habita al interior de sus fronteras, estos últimos principalmente en la zona 
centro-norte del país. Conflictos territoriales, avance de empresas 
multinacionales, negación de derechos consagrados en la ley e inclusive 
asesinatos de líderes indígenas no son fenómenos ajenos en el vecino país. 
Suceden y en el caso mapuche tales atropellos riman por lo general con
Repsol, Pluspetrol, Pionner y Chevron, entre otras gigantes petroleras. O bien
con mineras como Meridian Gold y Aquiline Resources. O terratenientes como 
Luciano Benetton, Joe Lewis o nuestro archiconocido Douglas Tompkins. 
De que hay conflictos no resueltos, los hay. Pero la diferencia tal vez radique 
en la voluntad del Estado argentino –y de algunos Estados provinciales, 
no todos- de abordarlos con altura de miras y no desde el cálculo político menor.

Prueba de ello es la Ley 26.160, denominada de "relevamiento territorial 
indígena", aprobada el año 2006 por el Congreso argentino. Dicho cuerpo 
legal, una verdadera excentricidad de seguro para los legisladores chilenos, 
reconoce la legitimidad del reclamo territorial de las comunidades mapuches,
"suspendiendo por un lapsus de 4 años la ejecución de sentencias, actos
procesales o administrativos, cuyo objeto sea el desalojo de los ocupantes 
indígenas" de las tierras en disputa. Dicha ley, prorrogada este año hasta 
el 2014, ha resultado vital para canalizar por la vía institucional conflictos 
territoriales de larga data y progresiva radicalización. Es lo que ha sucedido 
en la Provincia de Río Negro, donde un Parlamento Mapuche (leyó bien, un
"Parlamento") encabeza el proceso de intermediación entre las comunidades 
y los Estados provincial y nacional. Otro tanto sucede en la Provincia de 
Neuquén, donde similar rol cumple –no sin dificultades- la denominada 
Confederación Mapuche. Tan lejos, tan cerca.

¿Por qué no podría legislarse en Chile una normativa similar? ¿Qué impide 
que el Estado chileno, la clase política o las autoridades de turno sigan los 
pasos de sus pares trasandinos? Argentina, como punto de partida, reconoció 
el año 1994 en su Constitución Política aquello que resultaba a todas luces 
evidente para cualquier demócrata: que antes que argentinos, en suelo 
trasandino habitaron y habitan aun mocovies, pilagas, guaranies, huarpes, 
kollas, wichi, chorotes, tobas, mapuches y un largo etcétera de pueblos y 
naciones originarias. Y en base a este reconocimiento, que sobre todo es 
político, se han propuesto –como sociedad- avanzar hacia el reconocimiento de
derechos y un efectivo nuevo trato. No ha sido una concesión gratuita del 
Estado o las autoridades de turno. Crédito en ello tiene el propio movimiento 
indígena trasandino, que sabiamente ha logrado articular sus demandas con 
plataformas de lucha social de una mayoría.

Y es que respetar los derechos de los pueblos originarios no solo beneficia a
los indígenas, escuche decir a varios en Puelmapu. Implica más y mejor
democracia para todos. Un mejor país donde vivir y educar a nuestros hijos,
en definitiva.

Este convencimiento fue lo que consagraron los argentinos al reconocer la 
"preexistencia" indígena el año 94'. Y lo hicieron en el principal contrato social 
firmado entre un Estado y el conjunto de sus ciudadanos, su Carta Magna. 
En este punto, ¿qué compromiso con Chile pueden sentir los huelguistas 
mapuches cuando el país ni siquiera les reconoce su existencia en la Constitución?
¿Qué "compromiso patrio" puede pedirles en estas fechas el Presidente Sebastian
 Piñera? ¿Qué Bicentenario están ellos y sus comunidades convocados a 
celebrar? "Chile, una nación única e indivisible". Este fin de semana dicho 
absurdo también cumple 200 años.


* Publicado originalmente en The Clinic, Edición del Jueves 16 de Septiembre de 2010  / www.theclinic.cl 

Fuente: elclarin.cl
fotografía: am800intercultural.blogspot.com

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