jueves, 23 de abril de 2009

No es posible reducir la pobreza si no se reduce al mismo tiempo la desigualdad

Por Crisóstomo Pizarro Contador / LA NACION / Jueves 23 de abril de 2009

 

El ambiente de cordialidad que prevaleció en la Quinta Cumbre de las Américas y la declaración del Presidente de Estados Unidos, de situarse en una posición de mayor igualdad ante los países de la región, podrían verse como condiciones que facilitarían eventualmente nuevas formas de cooperación. Esperamos que así ocurra. Esas condiciones fueron destacadas por todos los participantes, incluso por quienes esperaban muy poco o nada de ella.

 

Sin embargo, los signos de un cambio de actitud en las relaciones entre países, que más de alguno no tuvo ningún reparo de calificar de "históricos", no se condicen con el tenor de los acuerdos. "La declaración de compromisos de Puerto España" es una revisión de acuerdos anteriores en variadas materias. Entre éstos se reafirman las metas de la ONU aprobadas en 2000 y que deberían alcanzarse en 2015 (los Objetivos del Milenio). Pese a que todos los convenios revelan un antiguo consenso, no fueron firmados por los participantes. Fue suficiente la firma del representante del país anfitrión. Varios dijeron que los acuerdos reflejaban un consenso y no unanimidad. No podría ser de otra forma, porque el análisis de la crisis económica y las respuestas que se estaban adoptando los dividía. Estos acuerdos habían sido consensuados con antelación a la ocurrencia de la crisis. En este sentido la cumbre no tuvo la más mínima importancia.

 

Tamaña omisión sólo puede explicarse por la esperanza de la mayoría en que la nueva actitud de EEUU impulse "una nueva era de 'cooperación'", sin la cual los países y bancos de ayuda al desarrollo no podrán sostener sus esfuerzos por conseguir algunas de las principales metas fijadas para 2015. La reducción para ese año en 50% del número de personas que vivían en condiciones de extrema pobreza en 1990 -la primera meta de los Objetivos del Milenio- está en peligro en varios países de la región. Ya sabemos que entre 2007 y 2008 se estima una alza de 12,6% a 12,9%. En términos absolutos, esto significa un aumento de 68 millones a 71 millones de personas en extrema pobreza (Panorama Social 2008). Opera en contra de una probable disminución en 2009 la caída de la tasa de crecimiento del PIB a 1,9%. A eso sumemos un aumento del desempleo de 7,5% en 2008 a un nivel de entre 7,8% y 8,1% en 2009. Todas estas cifras, dadas a conocer por la Cepal a fines de 2008, estarían siendo corregidas al alza. Además, hay que tomar en cuenta que los avances en la disminución de la pobreza en los primeros años de la década de 2000 sólo consiguieron situar a la región en las condiciones prevalecientes en 1980.

 

Cuando se mide la pobreza en términos relativos, ésta se ha mantenido prácticamente constante en la región durante los últimos quince años. Esto se debe en gran medida a que el indicador utilizado refleja mejor la desigualdad distributiva (como sabemos, los indicadores de pobreza absoluta miden el nivel de insatisfacción de necesidades básicas).

 

Los altos índices de inequidad distributiva de la región la sitúan entre las más desiguales del mundo. Si queremos menos pobres debemos querer menos desigualdad. La diferencia entre izquierda y derecha tiene que ver con la forma en que estamos dispuestos a enfrentar el problema de la pobreza.

 

La evidencia nos muestra que la disminución de la desigualdad y pobreza sólo se consigue cuando el sistema político evoluciona hacia un mayor grado de democratización. A esta evolución se han opuesto, de manera permanente, todos los partidos de derecha conocidos en la historia de la humanidad.


 
Alejandra Flores Carlos

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