viernes, 7 de mayo de 2010

La lucha de los pueblos originarios chilenos contra el cambio climático


Por Cristina Espinoza / La Nación /

Pachamama, Mapu, Henua loki o Laq'a. Cualquiera sea el nombre con que los indígenas han denominado a la Tierra, hoy aseguran que está sufriendo por culpa del "desarrollo". Los descendientes de los primeros habitantes del territorio abogan por un cambio que involucre a las comunidades y también a las empresas, y ruegan terminar con la venta de bonos de carbono.

Viernes 7 de mayo de 2010 | | Vida Hoy
Cecilia Flores, presidenta del Consejo Nacional Aymara de Mallkus y T'allas, que reúne a 90 agrupaciones de la etnia desde la Región de Atacama a la Metropolitana, dice que la variabilidad climáticas les impide plantar adecuadamente la quinoa.

Para enfrentar el cambio climático, a fines de 2008 la Comisión Nacional de Medio Ambiente (Conama) lanzó un plan de acción con el que se enfrentaría el fenómeno en Chile, señalando fórmulas de adaptación y mitigación. Si bien el plan se basó en la discusión con distintos sectores, representantes de comunidades indígenas del país (ocho etnias según el último censo) sostienen que a ellos jamás se les consultó. Y ya están sufriendo los impactos.

"En el pueblo nos guiamos por un calendario solar, por todo lo que tiene que ver con la naturaleza en si y al haber tanto cambio, afecta las cosechas. Antes decíamos, en esta fecha llueve, esta es época de siembra, de cosecha, pero ahora no llueve o llueve en tiempos que no solía hacerlo, hay un desajuste de lo que antes era un ritual", cuenta Cecilia Flores, presidenta del Consejo Nacional Aymara de Mallkus y T'allas, que reune a 90 agrupaciones de la etnia desde la Región de Atacama a la Metropolitana.

Hoy, la variabilidad climática les impide normalizar la producción de quinoa, su alimento base. Muchos ya no se atreven a sembrar y teniendo varias hectáreas de terreno cultivable, dependen de la producción boliviana.

Flores explica que la comunidad está preocupada y ya se han organizado para buscar soluciones que, al menos, mitiguen la falta de agua. Tienen un proyecto que quieren presentar a la Comisión Nacional de Riego (CNR), para conseguir camiones aljibe. "Si no hay agua pierdes la cosecha, las comunidades trabajan en eso y obviamente, se desaniman. Si llueve perfecto, si no llueve tendremos los aljibe", enfatiza la dirigente.

Una situación similar es la que describen las comunidades atacameñas. Julio Ramos, presidente del Consejo de Pueblos Atacameños de Lickanantay, sostiene que si bien están acostumbrados a las condiciones del desierto, la sequía que los ha afectado los últimos años, es una amenaza. Y en el sur, según Francisco Vera Millaquén, vocero o werkén de la comunidad Mapuche Huilliche "Pepiukëlen", las lluvias no abandonaron la provincia de Chacao en todo el verano. "Nosotros como comunidad hemos podido constatar una alteración del ecosistema. Recién en abril empezó a haber un poco de sol, pero no el calor que había antes en verano, eso afecta la ganadería que tenemos. Vemos que lamentablemente se está haciendo cada año más crítico para los que vivimos en el campo, tenemos poco acceso a las fuentes a las que sí tienen acceso las grandes empresas", dice.

Consultas y cumbres

Los representantes de las tres comunidades más numerosas del país (juntas suman 673.865 personas, según el censo 2002), aseguran que están conscientes de que se trata de un problema global que, si bien, no puede ser revertido, es posible mitigar. Pero no confían en que sean los Estados y los privados los únicos que definan qué hacer.

"No podemos quedarnos de brazos cruzados, esperando que el Estado se haga cargo de esta problemática. El Estado chileno está mentalizado que la única forma para conseguir el desarrollo de un territorio y para el país es explotando los recursos, nosotros los indígenas estamos asumiendo la responsabilidad que nos corresponde, que es cuidar nuestra tierra, velar por nuestro futuro. Pensamos que se puede conseguir desarrollo de manera más justa", asegura Ramos.

"Se habla de un cambio climático, pero no de sus causas, se tiende a distorsionar lo que está ocurriendo. El cambio climático se está produciendo justamente por este modelo (económico) en todo el globo", sostiene Vera. El werkén alega que como comunidad indígena jamás fueron consultados sobre las medidas que se pretendían tomar para enfrentar el cambio climático, "acciones que teóricamente ha estado tomando Conama, porque en realidad es muy poco lo que se ha hecho por parte de los organismos que protegen el medio ambiente", sostiene.

Han generado políticas de protección "preparadas entre cuatro paredes", reclama.

Ramos sostiene que para generar políticas efectivas es necesario que la sociedad se detenga un instante y empiece a pensar en el futuro con responsabilidad. "Hay una especie de arrogancia: 'yo tengo dinero, por lo tanto puedo pagar lo que consumo, tengo una llave abierta las 24 horas del día si puedo pagar por eso, gasto energía porque puedo pagar y despilfarrar esa energía', es tiempo de pensar que esa agua que se está perdiendo en algún punto a alguien le está haciendo falta, esa energía que estoy mal usando a alguien le está costando producirla, en términos de contaminación, de agotamiento de recursos, a mi me parece una extraordinaria iniciativa la que se llevó a cabo en Bolivia", agrega el dirigente refiriéndose a la Cumbre Mundial de los Pueblos que se desarrolló en abril.

Vera estuvo allí, viajó por cerca de 50 horas en bus desde Pargua y pudo unirse a las mesas de trabajo con representantes de pueblos de varios países del mundo. Aún hoy está en contacto con ellos para completar la elaboración del documento que será presentado en la COP-16 (Conferencia Mundial de la ONU sobre el Cambio Climático) que se desarrollará en diciembre, en México. "Tenemos que fortalecer la declaración, porque en algunos puntos estamos bajo las expectativas que teníamos las comunidades que estuvimos ahí", dice.

La petición de las comunidades refleja lo que ya había solicitado el Presidente boliviano Evo Morales el año pasado en Copenhague, defendiendo la disminución de emisiones de carbono y la producción amigable con el medio ambiente. Además se hace un reconocimiento a los Derechos de la Madre Tierra.

"Tenemos que unirnos todos para que entiendan que el maltrato que está sufriendo la Madre Tierra es un daño que nos hacemos nosotros mismos. La Tierra no nos pertenece, sino que somos parte de la Tierra, todo el daño que se esté causando, al final es un daño que nosotros nos hacemos, porque no vamos a recibir de la Madre Tierra lo que vamos a necesitar", sostiene Flores, que participó en la II Cumbre Latinoamericana Cambio Climático e Impacto en los Pueblos Indígenas, realizada en enero, en Lima, y cuya declaración también será presentada en Cancún.

"Aymaras, punas, quechuas, de todos los pueblos indígenas de la Yala (América), de alguna u otra manera vemos esto con mucha preocupación. Grandes potencias no dan pie atrás en bajar las emisiones, para nosotros es como una bomba que de repente va a estallar porque no da para más, es muy peligroso lo que estamos viviendo y se ha notado con todas estas catástrofes", asegura Flores.

¿Mitigación?

"No es sólo un tema de fondos", sostiene Cecilia Flores, comentando el fondo para ayudar a la adaptación y mitigación para naciones pobres, acordado en Copenhague, si no que se requiere 'educación social'. "Que todos los hermanos que vivimos en la Tierra comprendamos que tenemos que presionar para que siga existiendo, porque el mal llamado desarrollo es lo que está a fin de cuentas causando esto", dice.

"Es como el buen vivir, ni de ambición ni tanto progreso económico, sino un desarrollo sustentable, una vida más comunitaria, que no signifique tanta competencia. Esto de las grandes potencias que compiten no mide consecuencias".

POCA COORDINACIÓN

Francisca Rodríguez, presidenta de la Asociación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas (Anamuri), estuvo en la Cumbre de los Pueblos y critica la poca coordinación entre las comunidades chilenas.

"La delegación más pequeña era la de Chile y se incorporó corriendo, porque no hay un proceso de discusión profundo aún cuando hay una alianza climática que ha ido abordando el tema con propuestas concretas a la Conama. Tenemos una arrogancia muy grande, y pareciera que no podemos permitir, que como el resto de los países, enfrentamos problemas serios frente al cambio climático", dice.

NO A LOS BONOS DE CARBONO

A partir de la promulgación del Protocolo de Kioto (1997) comenzó a funcionar el mercado de bonos de carbono en el mundo, que permite pagar entre 10 y 20 dólares por tonelada a las empresas que certifican que no están contaminando.

Si una empresa en cualquier parte del mundo cambia su forma de producción por una menos contaminante y puede demostrar que ha bajado su nivel de emisión de gases de efecto invernadero, puede vender esa reducción a empresas o países que queriendo contaminar menos (al menos en teoría), no pueden hacerlo.

La idea tiene su lado verde, pero a la vez es muy lucrativa, sin embargo, eso no es lo que molesta a las comunidades nativas, si no que quienes tienen dinero puedan seguir emitiendo gases contaminantes, sólo porque puede pagar a alguien más para que no lo haga, impidiendo que la reducción sea realmente efectiva.

"Es una hipocresía. En el fondo es un negocio, yo tengo plata, yo puedo hacer lo que quiera con ella. Es una cuestión de conciencia que no ha sido asumida por los estados ricos. Los bonos de carbono les permiten contaminar más", sostiene Vera.

"Como pueblos indígenas creemos que no es la solución. Son como soluciones parche que no tienen ningún sentido en el fondo, porque los gobiernos debiesen comprometerse y cumplir con bajar emisiones se había acordado", enfatiza Flores.

ISLA DE PASCUA EVITA OTRO COLAPSO AMBIENTAL

La tradición oral cuenta que hace cerca de mil años un grupo de migrantes, liderado por Hotu Matu'a llegó a la isla provenientes del sudeste asiático. Allí se instalaron y desarrollaron una nueva sociedad. Sin embargo, la natural expansión pronto produjo un deterioro ambiental que colapsó el bosque, impidió la construcción de moais e imposibilitó la huida de la isla por la falta de canoas, cuenta el arqueólogo José Miguel Ramírez, director del Centro de Estudios de Isla de Pascua de la Universidad de Valparaíso. Los pascuenses debieron reinventar su cultura para sobrevivir en el aislamiento.

Tras un difícil y lento reacomodo ambiental, hoy los isleños son amenazados, pero por los impactos del cambio climático. Las proyecciones indican que de producirse el aumento en el nivel del mar las islas serían las primeras en sufrir.

Ana María Gutiérrez, de la Secretaría de Planificación de la municipalidad, señala que los impactos ya son notorios. "La gente percibe que hay un cambio climático brusco, se han producido ráfagas de viento considerables, que el año pasado arrasaron postes, techos de casas, que no pasaban hace 30 ó 40 años o que eran muy esporádicas, los buzos han constatado que el mar tiene otra temperatura", cuenta.

Si bien reconocen que están atrasados, el municipio presentó su plan estratégico para enfrentar el problema, que incluye educación y capacitación de la población. La idea es convertir a la isla en un ejemplo internacional de buenas prácticas, políticas ambientales y sustentabilidad.






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